EL ÁGUILA ARPÍA
Historia de la pieza
En el año 1989, en el mayor y más intrépido de mis viajes por el mundo, nos fuimos Javi —mi gran amigo y hermano— y yo a recorrer Estados Unidos. Volamos a Nueva York y de allí fuimos a California por carretera con la compañía Greenhound.
En California estuvimos un tiempo buscándonos la vida y al final compramos un Chevrolet Montecarlo rojo de 8 cilindros con la capota blanca y dos puertas impresionantes. Un buen coche para dos rockers con un pie en la tumba. Decidimos marcharnos con él a Brasil. ¡Imaginaos ese viaje! Podría estar mucho tiempo contando las miles de historias que sucedieron en esos seis meses de ruta.
De los innumerables recuerdos que tengo, destaca una visión maravillosa; paramos a un lado en la selva del Amazonas, en la carretera Panamericana, y yo me adentré un poco. Salí del asfalto medio levantado por lar raíces de árboles gigantescos para respirar profundo y mirar un poco la selva y de repente la vi: ahí estaba, en un pequeño claro, en una rama de un árbol seco, la reina del aire de la selva, el águila arpía. Impresionante, con un metro casi de alta y tres metros de envergadura, me miraba fijamente, majestuosa. Ella no podía saberlo, pero siempre había sido mi favorita,
Nos estuvimos mirando durante unos minutos; seguro que los dos nos preguntábamos muchas cosas. Después, desplegó sus enormes alas y se marchó lentamente, con una elegancia que hace honor a su estirpe. Con esta pieza fantástica quiero hacerle un homenaje, a ella, y a aquel momento que fue tan fantástico y maravilloso.
Aquí está; espero que os guste.